domingo, 6 de septiembre de 2009

UNIDAD UNO

LENGUAJE Y SEMIÓTICA

Por: Carlos Alberto Rincón C.
“La más desprevenida observación de nuestro comportamiento, de las condiciones de nuestra vida intelectual y social, de la vida de relación, de los nexos de producción y de intercambio, nos muestra que utilizamos a la vez, y a cada instante, varios sistemas de signos: los del lenguaje, los signos de la escritura, los “signos de cortesía”, de reconocimiento, los signos reguladores de los movimientos de los vehículos, los “signos exteriores” que indican condiciones sociales, los “signos monetarios”, los signos del arte en sus variedades (música, imágenes, reproducciones plásticas) ; en una palabra, y sin ir más allá de la verificación empírica, está claro que nuestra vida entera está presa en redes de signos que nos condicionan, al punto de que no podría suprimirse una sola sin poner en peligro el equilibrio de la sociedad y del individuo”.
Émile Benveniste

“Vivimos inmersos en signos. Los seres humanos tenemos
la capacidad de convertir en signos todo lo que tocamos.
Cualquier objeto, sea natural o cultural, un color, un trozo
de tela, un dibujo, cualquier cosa relacionada con nosotros
puede adquirir un valor añadido, un significado.
A la dimensión ontológica que las cosas tienen, los seres humanos
añadimos una nueva dimensión, la semiótica, esto es, su empleo
como signos para manifestarnos unos a otros lo que pensamos,
lo que queremos, lo que sentimos y lo que advertimos
en nuestra relación con el mundo”.
Francisco Conesa y Jaime Nubiola
El lenguaje verbal humano nos permite convertir la experiencia con el mundo y con la realidad en
un sistema complejo de significaciones, en una configuración semiótica. A esta facultad de
representación de la realidad, Jean Piaget la denominó la función simbólica. En este sentido, el
lenguaje es ante todo un instrumento utilizado por el hombre para interpretar la realidad
objetiva, psíquica y social. De esta manera, el lenguaje cumple una de sus funciones básicas: la de
ser un instrumento por medio del cual aprendemos a significar y a expresar a otros lo significado.
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Pues bien, los seres humanos estamos dotados de esa facultad que nos permite crear, adquirir,
aprender y usar códigos constituidos por signos. La comunicación humana está, precisamente,
ligada a esa capacidad de interpretar unos sonidos, unos gestos, unas imágenes y unas marcas,
como signos de otras realidades acerca de las cuales un interlocutor quiere llamar nuestra
atención.
A esa ciencia “que estudia la vida de los signos en el seno de la vida social”, Ferdinand De
Saussure, el padre de la lingüística moderna, la denominó semiología. Otros autores (Peirce,
Morris y, más recientemente, Umberto Eco) han preferido el término semiótica para referirse al
estudio de los signos, de las estructuras y de los procesos significativos. La semiótica (o la
semiología) es más amplia que la lingüística, pues mientras aquélla se dedica al estudio de todo lo
que se constituye en signo, de cualquier manifestación comunicativa, del lenguaje en un sentido
amplio; la lingüística se dedica específicamente al estudio de los signos lingüísticos, de esos
signos que utilizamos todos los días al hablar o al escribir, de esos signos que conforman el
sistema de la lengua, el lenguaje en sentido estricto. Sin embargo, en la práctica, estudiar
lingüística implica también de alguna manera estudiar semiótica, y viceversa.1
LOS SIGNOS
Es necesario que intentemos precisar en este momento qué se entiende por signo, ya que el
término “signo” se emplea en vocabularios y contextos muy diversos:2
1. “Signo es todo cuanto representa otra cosa en algún aspecto para alguien. Signo es lo que
puede interpretarse” (Eco).
En este sentido, la vida humana es inconcebible sin signos. Umberto Eco ha escrito que los
fenómenos naturales no dicen nada por sí mismos, que se vive en un mundo de signos porque se
vive en sociedad. Según esto, los fenómenos sígnicos serían característicos de los seres
humanos, por vivir en sociedad, y harían parte de los códigos que rigen las relaciones sociales,
los usos sociales.
2. “Un hecho perceptible que nos da información sobre algo distinto de sí mismo” (Avila).
De acuerdo con esta definición de Raúl Ávila, convertimos en signo un hecho perceptible
cuando lo tomamos como representante de otro hecho distinto de sí mismo.
1 Puesto que el lenguaje verbal humano tiene muchas propiedades que son comunes a otros sistemas de signos o incluso a
todos ellos; por ejemplo: su carácter arbitrario y convencional, el desplazamiento (la posibilidad de emplear un sistema de
signos para referirse a objetos o a aspectos de la realidad que se encuentran lejanos respecto del lugar y del momento del
evento comunicativo), la flexibilidad y modificabilidad y la independencia del estímulo.
2 No ha sido fácil para la semiótica determinar el concepto de signo. Umberto Eco cita 14 sentidos de esta palabra.
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3. “El signo es tal, en la medida en que significa algo (significado), sobre algo (referente) de
alguien (emisor) y para alguien (destinatario)” (Niño Rojas).
En la semiosis o proceso sígnico, no sólo se establece una relación social o comunicativa, sino
también una relación simbólica o representativa entre signo y referente, pero de manera
indirecta, es decir, a través de un significado.
La interrelación de estos tres elementos (signo, referente y sujeto) es la base de una semiótica
tridimensional, constituida por tres áreas de trabajo:
1. La pragmática: considera la relación entre los signos y sus intérpretes o usuarios.
2. La semántica: se ocupa de las relaciones entre los signos y los objetos denotados por ellos (los
referentes).
3. La sintaxis: estudia exclusivamente las relaciones que establecen los signos entre sí dentro
de un sistema de signos.
Todo signo es una representación de algo, representar es la operación más propia del signo. Y
esa representación se configura en la mente de los sujetos como una estructura y como un
proceso. Pero desde luego el signo no es sólo algo que está en el lugar de una cosa,
representándola, sino que su representación nos permite conocer algo más. Conocemos un signo
cuando inferimos lo que él significa. Este significado no sólo comprende los aspectos cognitivos
sino también las actitudes, los valores, las emociones y todo tipo de connotaciones socioafectivas
y culturales.
El signo, como representación, en realidad sólo tiene existencia en la mente de quien lo
interpreta. Por esto, los signos no se definen únicamente porque sustituyan las cosas, sino porque
funcionan realmente como instrumentos que hacen posible que pensemos, incluso también en lo
que no vemos ni tocamos. Pensar es el principal modo de representar, e interpretar un signo es
desentrañar su significado.
Hemos presentado estas tres definiciones con el propósito de que el concepto de signo resulte
suficientemente general, pero también claro. No obstante, conviene tener en cuenta dos
precisiones: en primer lugar, debemos entender el término “representar” preferiblemente en su
sentido primario de “hacer presente”, y no sólo en el sentido más restringido de “sustituir o
hacer las veces de”. Y en segundo lugar, la “cosa” representada o evocada por el signo puede ser
tanto un objeto material como una idea, una propiedad de un objeto, un sentimiento, etc.
En conclusión: un signo es una representación mental, una estructura portadora de una
significación para un intérprete, que es quien realiza el paso del signo a lo significado, haciendo
operativa la conexión entre ambos.
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CLASES DE SIGNOS
Una clasificación general y unitaria de los signos no es viable debido a los múltiples criterios que
se pueden utilizar y que se entrecruzan.3 Por esta razón, vamos a presentar una clasificación
basada en unos criterios parciales:
1. Según el intérprete:
a. Signos humanos: las palabras, la música, la pintura, las señales de tránsito, etc.
b. Signos no humanos: la danza de las abejas, las feromonas sexuales entre los animales, el
rugido de un león, el gruñido de un perro, etc.
2. Según el ámbito en el que se dan:
a. Signos naturales:
La capacidad de significar procede de la naturaleza misma del significante. Normalmente
se consideran también signos naturales los signos involuntarios y los no intencionales: el
humo como efecto del fuego, la fiebre, el olor a sudor, el llanto, la Estrella Polar, una
huella en el suelo, todos los signos no humanos, etc. Todos estos signos tienen con lo
significado (el referente) una relación puramente natural —sin embargo, recordemos que
Umberto Eco ha escrito que los fenómenos naturales no dicen nada por sí mismos—.
b. Signos culturales:
Son producto de la creación cultural del hombre y, por lo tanto, implican una
intencionalidad sígnica de parte del emisor y una actividad descodificadora de parte de un
destinatario. Estos signos constituyen códigos. Los signos culturales también reciben el
nombre de signos artificiales o convencionales y, en contraste con los naturales, su
relación con lo significado es producto de un acuerdo o de una convención establecida por
las personas o por la comunidad: el olor a loción, el color negro como símbolo del luto en la
tradición cristiana, las banderas, las palabras, las esculturas, las señales de tránsito, etc.
3 Raúl Avila establece una clasificación general demasiado simple: distingue entre signos primarios y signos secundarios.
Los signos primarios son los que un emisor produce con la intención de establecer la comunicación, dado que esa es su
finalidad esencial: una señal de tránsito, las palabras etc. Los signos secundarios son aquéllos cuya función básica no es la
de servir para comunicar algo: un auto lujoso, el vestuario etc.
Umberto Eco, en cambio, cita 11 criterios, según se tome como base la fuente, el tipo de significado, la intencionalidad
sígnica, la naturaleza del canal, etc.
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3. Según su estructura:
a. Signos verbales:
Estos signos constituyen un sistema con posibilidades de combinación en dos dimensiones.
La primera dimensión corresponde al medio material de su expresión (sonidos o letras) y la
segunda corresponde a su significación. Por lo tanto, son signos verbales no sólo los del
lenguaje oral, sino también los del lenguaje escrito. Todos los signos no humanos son signos
no verbales, pero es claro que no todos los signos humanos son signos verbales. En estos
signos verbales ubicamos el signo lingüístico.
b. Signos no verbales:
Son signos que carecen de las características que hemos atribuido a los signos verbales, es
decir, son signos que no se articulan en dos dimensiones. Por ejemplo: la música, los
movimientos de las manos de los sordomudos, las banderas, la forma de vestir, todos los
signos no humanos, etc.
4. Según su relación con lo significado (referente):
Siguiendo la clasificación de Charles Peirce, comúnmente aceptada, Umberto Eco distingue
desde este punto de vista tres tipos o clases principales de signos:
a. Íconos:
Son signos cuya relación con el objeto que designan o evocan se basa en la semejanza
figurativa o exterior, o en la igualdad de distribución de sus partes: un cuadro realista, una
imagen, una fotografía, un mapa, un diagrama, etc. Un signo icónico alude con precisión a
un solo referente. Para Eco, el signo icónico surge de los rasgos seleccionados por una
cultura para identificar determinado objeto o concepto. Su relación con el referente se da
precisamente a través de esa percepción cultural que se tiene de éste. Por tanto, se trata
de una representación de segundo orden.
b. Índices:
Los índices, o signos deícticos, apuntan físicamente a su objeto, están afectados
inmediatamente por él y guardan cierta conexión físico-espacial con el objeto al cual
señalan: indicar con el dedo, y también muchas expresiones lingüísticas: yo, tú, él, acá, allá,
éste, ése, aquél, etc. También son índices algunos signos naturales: el humo, la fiebre, el
olor a sudor.
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c. Símbolos:
En estos signos la relación que une al signo con su referente es el resultado de una
convención, pues ni tienen semejanza con su objeto ni tampoco una conexión física
inmediata con él. Esto quiere decir que la relación del signo con lo significado es
arbitraria, es de pura representación, basada en una convención social: las banderas, el
papel moneda, la balanza como símbolo de la justicia, la paloma como símbolo de la paz, el
color blanco como símbolo de la pureza, la gran mayoría de las palabras, etc.
No humanos Naturales No verbales Íconos
SIGNOS Índices
Humanos Culturales Verbales Símbolos
EL SIGNO LINGÜÍSTICO
La teoría del signo lingüístico fue desarrollada por Ferdinand De Saussure, quien lo concibió como
una “entidad psíquica de dos caras”, compuesta por un concepto o significado y por una imagen
acústica o significante. “El signo lingüístico —escribió Saussure en su Curso de Lingüística
General— no une una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen acústica”.
Cuando Saussure habla de imagen acústica, no se refiere al sonido material, físico, sino a la
imagen psíquica que el hablante-oyente se forma de los sonidos que le sirven de medio para la
producción de los signos lingüísticos. Observemos, entonces, que Saussure excluyó de su
definición de signo lingüístico tanto el objeto mismo, la cosa nombrada o significada (el
referente) como la efectiva materialidad física del propio signo.4
Por lo tanto, para Saussure, el signo lingüístico como entidad psíquica une un significado (el
concepto) con un significante (la imagen acústica), los cuales son tan solidarios el uno del otro,
como las dos caras de una moneda o los lados de una hoja de papel.
4 Aunque también es bueno anotar que en su Curso, Saussure (1945:59) aclara que “los signos lingüísticos no por ser
esencialmente psíquicos son abstracciones [...] los signos de la lengua son, por decirlo así, tangibles..."
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Imagen
acústica significante
Concepto significado
SIGNO
LA ARBITRARIEDAD DEL SIGNO
El carácter arbitrario del signo ha sido reconocido desde la antigüedad —esta tesis viene desde
los griegos—. Pero fue Saussure quien se encargó de desarrollarla en forma más específica.
Saussure consideró que la relación que une al significante con el significado no era motivada sino
convencional, en el sentido de que no hay un vínculo interno ni necesario que una al significante
con el significado, sino que dicha relación es producto de un acuerdo, de una convención social
previa.
De este carácter arbitrario y convencional del signo lingüístico, se deriva un hecho
aparentemente contradictorio que Saussure denominó la inmutabilidad y, a la vez, la mutabilidad
del signo.
Desde esta perspectiva, la lengua es una herencia social que un individuo adquiere
inconscientemente en su proceso de socialización. Como convención social tácita, la lengua es
inmodificable para el individuo, quien lo máximo que puede hacer es proponer innovaciones
lingüísticas que, de ser aceptadas por la comunidad, se constituyen en un cambio: neologismos,
extranjerismos y otras expresiones que impulsan la renovación lingüística. Pero también como
producto social, las lenguas están sujetas a cambios producidos por factores históricos, políticos,
PLANO DE LA EXPRESIÓN PLANO DEL CONTENIDO
SUSTANCIA FORMA FORMA SUSTANCIA
SONIDOS REALMENTE IMAGEN CONCEPTO REALIDAD EMPÍRICA
PRODUCIDOS ACÚSTICA O CULTURAL
SIGNIFICANTE SIGNIFICADO
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sociales, culturales, etc. Un claro ejemplo lo encontramos en el surgimiento de las lenguas
romances a partir del latín vulgar. 5
Otros lingüistas posteriores a Saussure, Émile Benveniste entre ellos, no ubicaron la
arbitrariedad del signo entre el significante y el significado, sino entre el signo todo y la cosa
nombrada (el referente). Para Benveniste, la relación que une al significante con el significado
es natural, no arbitraria.
EPÍLOGO
Saussure se ocupó fundamentalmente del signo lingüístico y lo concibió como una relación diádica,
es decir, como una relación que se establece entre dos términos, un significante y un significado.
La semiótica contemporánea prefiere la concepción triádica del signo a la concepción dualista
saussureana. Al excluir de su definición de signo lingüístico tanto el objeto significado como la
efectiva materialidad del signo, Saussure eliminó dos polos de la relación triádica. En la
concepción dualista saussureana, la vinculación del lenguaje con la realidad queda relegada a un
segundo plano. 6
Los triángulos ilustran una afirmación que ya habíamos realizado en el numeral tres de las
definiciones de signo. La interrelación de estos tres elementos, signo, referente y sujeto, es la
base de una semiótica tridimensional constituida por tres áreas de trabajo: la pragmática, la
semántica y la sintaxis.
PENSAMIENTO Sujeto
(concepto)
PALABRA COSA Lenguaje Mundo
(signo) (objeto)
5 Es conveniente recordar que frente a una tradición que privilegiaba el estudio histórico de las lenguas (lingüística
diacrónica), Saussure afirmó la primacía del estudio de un estado de lengua ajeno al devenir histórico (lingüística
sincrónica).
6 Tengamos en cuenta que a Saussure lo que le interesaba era el concepto de sistema, las relaciones entre los elementos y no
los elementos en sí. Por eso, su definición de signo lingüístico se limitó a la relación entre un significante y un significado.
Para él, el signo no estaba ahí para representar un objeto.
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La semiótica, en cuanto teoría general o ciencia de los signos, ha sufrido también en los últimos
años un giro pragmático 7 que ha dado lugar a nuevos enfoques, en los cuales la atención se centra
más en lo que los signos hacen que en lo que los signos representan.
Carlos Alberto Rincón Castellanos
BIBLIOGRAFÍA
ÁVILA, Raúl. La lengua y los hablantes. México: Trillas, 1990.
BARTHES, Rolan. Elementos de Semiología, Madrid: Talleres Gráficos Montaña, 1971.
BENVENISTE, Émile. Problemas de lingüística general II. México: Siglo Veintiuno, 1978.
CONESA, Francisco y NUBIOLA, Jaime. Filosofía del lenguaje. Barcelona: Herder, 1999.
DUBOIS, Jean y otros. Diccionario de lingüística. Madrid: Alianza, 1979.
ECO, Umberto. Signo. Barcelona : Labor, 1976.
____________. Tratado de semiótica general. Barcelona: Lumen, 1981.
____________. De los espejos y otros ensayos. Barcelona: Lumen, 1988.
GUIRAUD, Pierre. La semiología. Buenos Aires: Siglo Veintiuno, 1974.
HIERRO S. PESCADOR, José. Principios de filosofía del lenguaje. Madrid: Alianza, 1980.
LOMAS, Carlos y OSORO, Andrés (comp.). El enfoque comunicativo de la enseñanza de la lengua.
Barcelona : Paidós, 1993.
NIÑO ROJAS, Víctor Miguel. Los procesos de la comunicación y del lenguaje. Santafé de
Bogotá: Ecoe, 1998.
SAUSSURE, Ferdinand de. Curso de lingüística General. Buenos Aires: Losada, 1945.
7 El punto de partida de la pragmática es la consideración de el hablar como un hacer. La lengua en su uso, y ese uso es
siempre contextualizado.

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